A pesar de que todas las acciones motrices se desarrollan en un espacio y un tiempo de forma indisociable, podemos separar ambos conceptos con el único fin de conseguir analizar sus aspectos perceptivos.
El término espacio, hace referencia a todo aquello que nos rodea, que se encuentra a nuestro alrededor, por donde nos movemos y que además, viene determinado por los diferentes y principales canales sensoriales que poseemos, como el visual, el kinestésico, el táctil, el auditivo y el laberíntico. Todo estos nos ofrecen la posibilidad de orientarnos, localizarnos, de establecer relaciones espaciales entre objetos y con los demás, pero no hay que obviar que para que todo esto sea posible, es fundamental el movimiento funcional, es decir, que el niño/a sea capaz de construir su espacio a la misma vez que se encuentra desarrollando su motricidad, ya que sin movimiento no lograrían desarrollar su percepción espacial, la cual es la responsable y la que permite desarrollar la motricidad, el esquema corporal y las habilidades cognitivas.
La percepción espacial se encuentra basada en la capacidad de analizar las sensaciones espaciales, de organizarlas y comprenderlas. Haciendo referencia a algunos aspectos teóricos que nos sirvan de argumentación, podemos comentar que para Wallon "tener una buena percepción del espacio, es ser capaz de situarse, de moverse en él, de orientarse, de tomar decisiones múltiples, de analizar situaciones, así como de representarlas".
- Espacio psicomotor: donde el niño/a no realiza interacción operativa con el medio
lo que supone un medio estable-estándar, o un medio estable y portador de
incertidumbre, y donde la concentración de éste/a se encuentra orientada hacia
él/ella mismo/a. Podríamos llamarlo espacio propioceptivo, puesto que la
motricidad en este caso es elegida bajo forma de automatismos.
- Espacio sociomotor: se trata de un medio inestable y portador de incertidumbre.
En este espacio se incluyen los llamados deportes colectivos. Los estímulos que
se perciben en dicho espacio, son ante todo exteroceptivos, lo que provoca e
impone al niño/a a su adaptabilidad y a tomar conductas de decisión.
Desarrollo evolutivo:
Es importante hablar sobre el desarrollo evolutivo de este concepto. En los primeros meses de vida, la percepción espacial que poseemos se encuentra muy reducida (visual, bucal, táctil), se va desarrollando en función de las necesidades que nos orienten a realizar diferentes acciones, como por ejemplo: intentar coger un objeto, intentar comenzar a andar, desde aquí hasta llegar a incrementar nuestro espacio de acción con los movimientos que nos permiten dirigirnos a diferentes lugares, de acorde a nuestras necesidades biológicas, emotivas y afectivas, lo cual conocemos como espacio funcional.
Más tardíamente, a partir de los dos años aproximadamente, el espacio comprende a los demás, a las personas que se encuentran a nuestro alrededor y podemos establecer relaciones con los diferentes objetos, sobre todo de cercanía, orden y separación, donde prevalecen las formas, los tamaños y la continuidad, conocido como el espacio topológico de Piaget.
Sucesivamente, entre los 3 y los 7 años de edad, se construye el espacio euclidiano bidimensional, en el que se establecen las diferentes formas geométricas en el plano, se comprende la noción del término oblicuo y sobre todo la lateralidad, orientando el espacio usando como referencia el propio cuerpo (la izquierda-derecha, arriba-abajo..).
Desde los 7 u 8 años, empezamos a tomar como referencia de orientación otros objetos, los cuales Piaget denomina como espacio proyectivo, para que a partir de esa edad, empecemos a operar en un espacio tridimensional donde podamos establecer relaciones espaciales representadas mentalmente en otro espacio, esta vez virtual, de tres dimensiones por medio del símbolo.
Organización espacial:
También hay que tener en cuenta y destacar la organización de todos estos espacios (organización espacial). Podemos decir que, la organización espacial es el resultado de establecer relaciones espaciales organizando movimientos en el espacio, por medio del movimiento y las experiencias motrices, primero haciendo referencia sobre él mismo, para más tarde, poder hacerlo en función de objetos y de los demás. Dicha organización posee 2 etapas:
- Plano sensomotriz o perceptivo: organización directa del espacio respecto al yo,
con referencias topológicas basadas en la lateralidad y el eje corporal, con
situación de personas y objetos, apreciación de distancias y desplazamientos.
- Plano de representación mental: la organización espacial no toma como
referencia el propio cuerpo con capacidad de situar la noción derecha-izquierda,
sobre los objetos y los demás.
Atendiendo a la idea de Lapierre, podemos decir que la noción espacial se elabora progresivamente por el movimiento. Nuestro desarrollo a lo largo de los años respecto al mundo exterior es lo que establece el esquema corporal. Es a partir del movimiento, cuando tenemos la capacidad de diferenciar un segmento de los demás, percibiendo el espacio corporal, la cual es a la vez propioceptiva y exteroceptiva, al estar considerado el cuerpo como algo visto y sentido. Una vez que somos capaces de percibir nuestro cuerpo, seremos capaces de percibir el espacio exterior, el cual es explorado por una vía exteroceptiva (por ejemplo, la visión de un objeto), y otra propioceptiva (gestos que hay que hacer para coger ese objeto), sin olvidar tener en cuenta aspectos, tales como la percepción de las distancias, los desplazamientos a realizar y las diferentes direcciones a tomar (arriba-abajo…).
Una vez llegados a este punto, podríamos decir que seríamos capaces de percibir un objeto situado a una distancia determinada y en una dirección concreta, debido a las experiencias anteriores que nos permiten poner en concordancia la percepción visual con las propioceptivas.